Ante el último best - seller de la comida: "La buena mesa de los argentinos" de Nacho Sidón

En realidad me equivoqué al comenzar la noche al ser sarcástico contra mi propio grupo de pertenencia en la desesperación por conseguir alimentos en el actual sistema de comercialización dominante en la Capital y en los suburbios. Hay un indicio claro de la crisis que abarca en responsabilidad tanto al gobierno nacional como al cómodo gobierno municipal más importante del país: de un tiempo a esta parte los propios chinos se hicieron cargo, por lo rentable, de la "sección" fiambrería de sus supermercados.
Así como se lee; es algo fácil de comprobar o que ha podido comprobar aquel que tiene memoria y que ha recorrido todos los mini - súper de su barrio en busca de alternativas por oferta de artículos, calidad y precio.
El mini - súper, hoy día, es una especie de maxi - maxi - kiosco con fiambrería en donde la "secciones" carnicería y verdulería están en crisis constante, cambiando permanentemente de dueño o cerradas por períodos.
En un mediano plazo, la salud pública (es decir, todos aquellos que nos alimentamos mejor, que nos cuidamos o que sencillamente resistimos), va a tener que hacerse cargo del descontrol alimentario de este momento por efecto de la crisis.
Ni que hablar de que las mascotas viven una vida mejor que los "cachorros de seres humanos", en un punto, parece que seres gordos y viscosos compartieran la exquisita vianda que empresas multinacionales ponen a disposición de los dueños a precios exorbitantes, en tanto nuestros niños (a los cuales ya empezaremos a llamar, dentro de poco, "niños humanos"), resisten llevando una vida miserable con apenas la copa de leche, la educación pública y la plaza.
Así y todo, aun sorprende que el perro del carrero, a pesar de que lo obliguen a andar al trote detráss de un carro, bajo el frío y la lluvia inclusive, prefiera todavía ir detrás de ese amo al que las organizaciones defensoras de los derechos de los animales tratan de "ser brutal".
Las contradicciones y la falta de equilibrio y de sentido común demuestran, una vez más, una sociedad peligrosa más allá de que el alarido flandersiano de los periodistas por la escalada en los robos, inquiete de vez en vez a aquellas personas que, en realidad, están atemorizadas porque no saben al lado de quien están viviendo ya que el temor infundido constantemente por los medios los vuelve retraídos y solamente confiados en lo que los televisores dicen, perdiendo así el sentido de vecindad que eventualmente les da indicios de que cosas suceden alrededor.
Todavía, los que comemos patys, salchichas, pizzas, galletitas con cereales y yogures bebibles seguimos siendo sanos frente a otros grupos etáreos evidentemente mucho más afectados por todo este descontrol.

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