El Gráfico, 30 de octubre de 2012 |
"Nos robaron 34 años"
Pablo es hijo de desaparecidos, el 106° nieto recuperado. Julio
César, su tío, ex futb olista. Se encontraron hace algunas horas. El
Gráfico fue testigo
Por: Ezequiel Scher
La primera y última vez que se vieron, el tío tenía 12 años y su
sobrino, un mes y un día. Maravilloso: como si el tiempo no fuera un
dolor inevitable, 34 años después de aquella única cita, se miran como
si hubieran sido compañeros de truco toda la vida.
El tío es Julio César Chicho Gaona: un señor de 48 años, ex jugador de
fútbol, que pasó, entre otros clubes, por Deportivo Español y por Boca,
ganando con el azul y oro el Clausura de 1991. El sobrino es Pablo
Javier Gaona Miranda: un muchacho de 34, que estudió periodismo
deportivo y que confirmó el último 1 de agosto que era hijo de Ricardo
Gaona Paiva y de María Rosa Miranda. La primera y última vez había sido
el 14 de mayo de 1978, en una reunión familiar destinada a celebrar el
Día de la Independencia de Paraguay. Al salir de ahí, un grupo de tareas
de la última dictadura militar secuestró a Pablo, quien fue apropiado
por un militar que luego se lo dio a una pareja. También fueron
secuestrados sus papás, que continúan desaparecidos.
Hoy, luego de que Pablo descubriera su verdadera identidad y se
transformara en el 106° nieto recuperado, el tío y el sobrino se vuelven
a encontrar.
-¿Qué se siente?
Pablo: -Para mí esto es una sorpresa muy grata. Andaba con ganas de
encontrar a mi familia, porque era como encontrarme a mí. Y, bueno, me
sorprendió, entre otras cosas, cuando me contaron que tenía un tío que
había jugado en la Primera de Boca. Yo soy hincha de River, pero no es
que me parezca una aberración todo lo que tenga que con nuestro clásico
rival. Al contrario: estudié periodismo deportivo y la verdad es que
conocer esto está bueno. Logré sentirme identificado. Reconocer ese
gusto familiar es una forma de entender de dónde viene mi sentimiento.
Chicho: -Esto es muy lindo y muy fuerte. A nuestra manera, estuvimos
todo este tiempo esperándolo. Yo hace unos años lo estuve hablando mucho
con mis amigos y les dije: "En un tiempo, va a aparecer." Cuando uno
tiene la edad de Pablo, es cuando se empieza a preguntar más cosas y
entonces también se encuentran más respuestas.
P: -Todo es un fuerte descubrimiento personal. Yo, ahora que los conocí
a ellos, empecé a entender por qué tenía determinados gustos y tantas
pasiones. Salvo mi papá, al que no le gustaba el fútbol porque estaba
más interesado en cuestiones sociales y políticas, todos son muy
futboleros. Como yo.
C: -Realmente, somos una familia muy futbolera. Éramos siete hermanos,
yo el más chico y, claro, el más mimado. Algo que se potenció porque fui
el único jugador y, encima, medianamente exitoso. El arraigo nuestro
con la pelota siempre fue muy fuerte. Aún en las cuestiones sociales en
las que participamos, vivimos en base al fútbol. Pero, en ese sentido,
mi hermano Ricardo era distinto: la última vez que lo vi, tenía 12, era
chico y tengo la imagen un poco deformada, pero sé que le interesaban
otras cosas.
-¿Cómo fue esa última vez?
C: -Estuvo toda la tarde en casa. El Día de la Independencia de
Paraguay, 14 de mayo. Pablo había cumplido el 13 un mes y vino a pasar
el día con sus papás. Era el primer nene de toda la familia. Cuando
ellos volvían para su casa, estos animales los secuestraron y no los
pudimos ver más. En ese momento, no lo entendía tanto, pero no tardé
demasiado en comprenderlo. Y fue de la manera más cruda. Porque tiempo
después de que lo secuestraran a Ricardo, nos llevaron a mis hermanos y a
mis papás a una comisaría. A mi viejo lo golpearon mucho. Nos
levantaron en un Falcón verde y, desde una radio que comunicaba a estos
genocidas con sus superiores, preguntaron si nos llevaban para el río o
para el destacamento policial. Fue la muerte o la vida. Por suerte, nos
llevaron a la policía.
-Pablo, decías hace algunas semanas en una entrevista con Página 12,
que desde que había recuperado su identidad se sentía más libre. ¿Cómo
es esa libertad?
P: -Cuando sabés que hay algo que no está bien, te sentís incómodo. La
gente de Abuelas suele trabajar bastante en base a eso. Los avisos
publicitarios dicen: "Si tenés dudas con tu identidad, llamá a Abuelas."
Yo, cuando empecé a dudar de mi origen, tenía ciertos miedos, trabas.
Sonaba difícil esto de conocer de dónde uno viene, cómo sos. Pero,
cuando lo asumiste, te sentís distinto: libre. Voy, en ese sentido,
bastante despacio. Porque hay que entender que 34 años de ausencia no se
van a recuperar en un día. Hay que tener paciencia. De a poco, todo se
va a ir dando.
C: -Sí, me parece que es difícil. Así como él buscaba, nosotros
esperábamos. Y eso, claro, no era nada fácil. Tantas cosas pasaron en
este bendito país que lo único que me sale es que esta sociedad está
bastante disgregada. Durante mucho tiempo, fue imposible charlar este
tema. Todos, con distintas formas, lo buscamos a él. Y yo confiaba en
que en este momento iba a aparecer.
P: -Ahora es el momento. Sobre todo porque hace un tiempo que es el
momento de Abuelas. Hubo un tiempo en que se decían libremente que las
Abuelas eran locas. Y eso es algo que cambió porque existe el apoyo del
Estado, que hizo que aparecieran muchos chicos. La de Abuelas es,
también, otra gran familia.
-Chicho, vos ahora que lo ves, ¿en qué cosas te parece que es parecido al padre?
C: -Es mi hermano en pinta. Es igual a su papá. Ya se lo han dicho un
montón de veces. Realmente, yo soy muy duro para llorar; uno de mis
hermanos se emocionó mucho cuando lo vio tan parecido.
P: -Creo que soy una mezcla de mi viejo y de mi vieja. De mi mamá tengo
la estatura, porque mi papá era más alto que yo. Pero también tengo los
gustos: esto del compromiso social, de participar, de luchar por algo
mejor, yo también lo siento. Así como también me identifico mucho por el
fútbol y el sentimiento de toda esta familia por eso.
C: -Cuando era chico, yo simpatizaba con Independiente, como otros de
mis hermanos. Ricardo, su papá, no era muy futbolero, pero era de River,
como él.
P: -Es que hay cosas que se llevan en la sangre.
-En cualquier momento, podrán jugar un partido todos juntos.
C: -Nosotros, ahora, vamos a tratar de estar con él sin invadirlo
demasiado. Si fuera por nosotros, querríamos llamarlo todo el tiempo,
preguntarle cómo estás, qué necesitás. Pero hay que tomarlo con calma.
No tenemos la culpa de que nos hayan robado 34 años de vida, pero los
genocidas nos lo robaron igual y eso no se puede recuperar tan rápido.
P: -Tomo todo con mucha calma. Planeo las cosas y tardo lo que preciso
para resolver. De hecho, estuve como cuatro años para ir a Abuelas a
hacerme los exámenes. Una de las cosas que decidí cuando arranqué con
esto es que todo tenía que darse de modo muy natural. A eso vamos. Pero
despacio. Hoy ya fue un gran día.
Un volante creativo que debió pelearle a la vida
Julio César "Chicho" Gaona jugó en Platense, en Unión de Santa Fe, en
Independiente (Colombia), en Sportivo Luqueño (Paraguay), en Belgrano,
en Deportivo Español y en Boca.
Pero su vida no fue nada fácil y no sólo por la desaparición de su
hermano: a los 21 años, fue padre de su primer hijo y su mujer falleció
un mes después de parir. "Eso hizo que todo fuera mucho más difícil. Yo
siempre supe que mi posición como jugador podía ayudarme para buscar a
mi sobrino y para denunciar a ese genocidio, pero no era fácil
solucionar todo eso que me pasaba", explica.
"Sólamente una vez, mientras era jugador, quise hablar con los medios
del tema de mi hermano desaparecido. Fue en el Mundial juvenil de 1983,
en México. Ahí, di una entrevista larga, explicando toda mi historia,
esperando que la publicaran. Pero esta charla fue con la revista Somos
y, claro, nunca salió nada. Ahora es distinto. Ahora soy amigo de Julio
Falcioni, de Omar Píccoli y de Pipo Gorosito. Ellos saben de esto, así
que veremos qué podemos organizar para que esto llegue más lejos",
relata.
Es para creerle a Chicho. Pudo con lo que pasó. Podrá con lo que viene.
El paraguayo y Mery: él tenía 21 y ella 28
Ricardo Gaona Paiva y María Rosa Miranda fueron los papás de Pablo.
Militaban juntos en el Ejército Revolucionario del Pueblo y vivían en el
centro porteño, donde él era portero de un edificio. Antes, en la
secundaria, Ricardo había militado en la Juventud Peronista, pero ya
junto a Mery se pasaron al ERP.
Pero el 13 de abril de 1978, a las tres de la tarde, llegaron al
Hospital Rivadavia donde nació ese hijo al que amaron profundamente y al
que les robaron, justamente en el momento en que la última dictadura
militar de este país los secuestró.
Ricardo era de una familia paraguaya, por eso así lo apodaban en la
militancia y, también por eso fue que el 14 de mayo de 1978 festejó con
sus papás y sus hermanos el Día de la Independencia de Paraguay. A la
vuelta, ni él ni su mujer lograron regresar a sus casas. Una patota los
capturó y los desapareció.
Él tenía 21, ella 28. Él era paraguayo y ella, tucumana. A él, también, lo conocían como Jorge. A ella, como Mery.
Desde 1978, forman parte de la lista de desaparecidos que aparecen en el libro Nunca Más.
Su pelea por una vida más justa y solidaria hoy la lleva su hijo Pablo.
Dudaba, tomó la decisión y fue a Abuelas
"Yo este proceso lo hice solo. Tardé cuatro años en ir a Abuelas. Y no
lo comenté con nadie. Pero por suerte conocí a esta familia y eso está
buenísimo." Pablo Javier Gaona Miranda, antes se llamaba Leandro, es el
nieto recuperado número 106.
El día en que Estela de Carlotto anunció su aparición, él estuvo
camuflado en el público, sin decir que él era él. Pero a partir de ese
momento, empezó a involucrarse con la organización: ahora va a actos por
otros nietos recuperados y realiza actividades para Abuelas.
"Yo trato de hacer las cosas bastante despacio. Para cada cosa me tomó
mi tiempo. De la familia de mi papá, solamente me queda por conocer a
algún primo. De la de mi mamá, que son de Tucumán, todavía tengo que
viajar allá. Pero tengo claro que hay que hacerlo con calma. Cada
encuentro siempre es raro porque la vida no es una entrevista y
entonces, cuando nos juntamos, no nos preguntamos todo lo que tenemos
por preguntar. Después, quizás, estoy trabajando y se me ocurre que
puedo encontrar una foto de mi mamá en algún lugar y, ahí sí, llamo",
explica, sabiendo que armar una estrategia para conocer una nueva vida
es difícil. Pero no imposible.
¿QUIËN TE LOS ROBÓ? MUY FANTASIOSO...
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