LOS TRABAJADORES DE LA EMPRESA GRAFA DESAPARECIDOS DURANTE LA ULTIMA DICTADURA
La historia que pretenden esclarecer en los tribunales tiene a trece obreros de la textil de Bunge y Born como protagonistas. “La situación estaba difícil en la empresa desde 1975. Había enfrentamientos entre la burocracia sindical y la Lista Blanca, que presionaba para que se cumplieran los reclamos de los trabajadores por mejoras en las condiciones de trabajo”, comentó Ballestero, que milita en H.I.J.O.S. Aquel año, además del robo de las elecciones a la JTP –“una patota de Herrera les robó las urnas a los tiros”, apuntó la mujer–, trajo los primeros episodios que encendieron la alarma: a mediados del ’75, tres trabajadores fueron secuestrados y luego “blanqueados” después de que sus colegas se movilizaran al Congreso y al Ministerio de Trabajo para pedir por su libertad.
La historia fue diferente para las detenciones clandestinas que llegaron después del golpe. “El Ejército tomó la fábrica el 24 de marzo, como sucedió en varias otras”, relató Ballestero. En agosto ocurrió el primer secuestro: Cirilo Zalazar apareció asesinado en aguas del Riachuelo. Un mes después comenzaron las desapariciones. La docena de víctimas, cuyas historias Ballestero y Fernández lograron reunir, fueron llevadas desde la salida del trabajo o sus domicilios entre septiembre y diciembre de aquel año. Al “Negro Víctor” le tocó el 24 septiembre: “La patota no ingresó a nuestra casa sino que esperó a que mi papá saliera. Según pudimos saber, él se defendió, porque se lo llevaron con un tiro en la espalda y otro en la pierna. Hace poco nos enteramos de que estuvo encerrado en Campo de Mayo”, puntualizó. Tenía 42 años y era “el más viejo de los secuestrados de Grafa”.
Los familiares que impulsan la querella cuentan con “varios indicios” que les permiten sospechar de la dirigencia patronal. “Un año antes del golpe, la empresa obligó a sus obreros a llenar un formulario en el que tenían que especificar no sólo dónde vivían sino el trayecto que hacían para ir y volver del trabajo”, mencionó Ballestero como punto principal. Creen que esa información se utilizó para que las fuerzas represivas secuestraran a los trabajadores sindicados por la patronal. Pero hay historias que proponen vínculos aun más directos: “Eva se fijó con detenimiento en los autos en los que se llevaron a su esposo (José Valentich). Y casi se muere cuando a la mañana siguiente del secuestro los vio estacionados en el playón de Grafa, adonde ella había ido para avisar que se habían llevado a José”, puntualizó la hija del “Negro Víctor”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-251759-2014-07-29.HTML
Para investigar la complicidad civil
Hay por lo menos trece trabajadores de esa fábrica que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Los familiares quieren que la Justicia indague sobre la incidencia de la empresa en los hechos. Preparan una querella conjunta.
Por Ailín Bullentini
Adrián Ballestero llegó a ser delegado gremial de la comisión interna de la empresa textil Grafa –que en el barrio de Villa Pueyrredón llegó a emplear en la década del ’70 hasta 300 obreros– durante al menos una tarde. La línea que comandaba el textil Casildo Herrera les robó literalmente la victoria al flamante delegado y al resto de sus compañeros que integraban la Lista Blanca, ligada a la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). La puja a nivel sindical se trasladó a las calles en los años venideros y las cosas se complicaron. Con Ballestero son, por lo menos, trece los trabajadores de Grafa que fueron víctimas de la persecución política y el terrorismo de Estado que asomó en 1974, y se volvió feroz luego del 24 de marzo de 1976. De ese grupo, uno fue asesinado entonces y el resto permanece desaparecido. Los familiares de las víctimas no dudan de la incidencia de la patronal en los hechos y quieren que la Justicia investigue: “La idea es presentar una querella conjunta por estos casos para que la Justicia investigue a los empresarios como responsables en los secuestros, eso de lo que nosotros no tenemos dudas”, remarcó Alejandra Ballestero, hija del “Negro Víctor”, como sus compañeros llamaban a aquel delegado electo.
El camino fue largo y recién ahora sienten que tienen una base sólida que entregarle a la Justicia. “No es fácil recopilar información, encontrar testigos. Estamos armando un rompecabezas”, comparó Miguel Fernández, director de Derechos Humanos de Moreno y compañero de Ballestero. Juntos comenzaron a buscar piezas y encajarlas unas con otras: ex trabajadores de Grafa, familiares y amigos de obreros de esa empresa víctimas de la última dictadura, historias, nombres, datos. Hoy llevarán la documentación a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, aunque la decisión de presentar una querella en los Tribunales de San Martín es casi un hecho.La historia que pretenden esclarecer en los tribunales tiene a trece obreros de la textil de Bunge y Born como protagonistas. “La situación estaba difícil en la empresa desde 1975. Había enfrentamientos entre la burocracia sindical y la Lista Blanca, que presionaba para que se cumplieran los reclamos de los trabajadores por mejoras en las condiciones de trabajo”, comentó Ballestero, que milita en H.I.J.O.S. Aquel año, además del robo de las elecciones a la JTP –“una patota de Herrera les robó las urnas a los tiros”, apuntó la mujer–, trajo los primeros episodios que encendieron la alarma: a mediados del ’75, tres trabajadores fueron secuestrados y luego “blanqueados” después de que sus colegas se movilizaran al Congreso y al Ministerio de Trabajo para pedir por su libertad.
La historia fue diferente para las detenciones clandestinas que llegaron después del golpe. “El Ejército tomó la fábrica el 24 de marzo, como sucedió en varias otras”, relató Ballestero. En agosto ocurrió el primer secuestro: Cirilo Zalazar apareció asesinado en aguas del Riachuelo. Un mes después comenzaron las desapariciones. La docena de víctimas, cuyas historias Ballestero y Fernández lograron reunir, fueron llevadas desde la salida del trabajo o sus domicilios entre septiembre y diciembre de aquel año. Al “Negro Víctor” le tocó el 24 septiembre: “La patota no ingresó a nuestra casa sino que esperó a que mi papá saliera. Según pudimos saber, él se defendió, porque se lo llevaron con un tiro en la espalda y otro en la pierna. Hace poco nos enteramos de que estuvo encerrado en Campo de Mayo”, puntualizó. Tenía 42 años y era “el más viejo de los secuestrados de Grafa”.
Los familiares que impulsan la querella cuentan con “varios indicios” que les permiten sospechar de la dirigencia patronal. “Un año antes del golpe, la empresa obligó a sus obreros a llenar un formulario en el que tenían que especificar no sólo dónde vivían sino el trayecto que hacían para ir y volver del trabajo”, mencionó Ballestero como punto principal. Creen que esa información se utilizó para que las fuerzas represivas secuestraran a los trabajadores sindicados por la patronal. Pero hay historias que proponen vínculos aun más directos: “Eva se fijó con detenimiento en los autos en los que se llevaron a su esposo (José Valentich). Y casi se muere cuando a la mañana siguiente del secuestro los vio estacionados en el playón de Grafa, adonde ella había ido para avisar que se habían llevado a José”, puntualizó la hija del “Negro Víctor”.
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