“Ellos estaban matando la solidaridad”
Juan José Galamba era el esposo de Alicia Morales.
Poco antes del Mundial ’78 la dictadura secuestró a diez personas que lo
habían cobijado. Morales cuenta cómo los cercaron y “nos rompieron la
vida”.
Por Alejandra Dandan
“Como
hacer, hice todo lo que pude para que estas cosas se esclarezcan, lo
que sí puedo decir es que pensé que en realidad nunca se los iba a
juzgar. La impunidad que yo sentí y viví durante muchos años hacía
pensar que nunca iba a llegar el momento de la justicia, pero ha
llegado.” Alicia Morales es la esposa de Juan José Galamba, militante
cercano a la dirección de Montoneros que logró escapar de su captura en
1976, pero fue secuestrado en 1978, una semana antes del Mundial, en
medio de lo que ahora aparece como una masacre: en una semana, el grupo
especial de fuerzas de seguridad GE78, creadas para el Mundial,
secuestró e hizo desaparecer a diez personas que lo habían cobijado. Las
víctimas no tenían militancia orgánica en ninguna de las organizaciones
políticas, pero eran parte de una red solidaria que se convirtió en
blanco de la dictadura. Los querellantes están convencidos de que con
eso, los represores buscaron mostrar un castigo ejemplar para esas
estructuras. “Para mí no sucedió como suele decirse que cayeron diez por
uno –dice Alicia–, ni cayeron porque buscaban a Juan José, lo que
buscaron fue matar cualquier tipo de solidaridad, los restos de
cualquier persona mínimamente solidaria, fue una forma de ejemplificar,
como para que a nadie más se le ocurra alzar la voz.”
Este es uno de los ejes del juicio oral que se desarrolla en
Mendoza. El caso Galamba es el hilo conductor de uno de los grupos más
importantes de víctimas. En la causa declararon ya familiares de algunos
de ellos y Elba Morales, una de las referentes del Movimiento Ecuménico
por los Derechos Humanos (MEDH). Una de las características del juicio
es la poca cantidad de sobrevivientes. De las 27 víctimas “caso” del
debate, sólo sobrevivieron cuatro, entre ellas un niño. En ese contexto,
Alicia también explica por qué los organismos de derechos humanos están
convocando a los vecinos a la puerta de los Tribunales. “Pedimos que se
acerquen a cualquiera de las organizaciones –dice–: los datos que
tenemos son muy escasos y la reconstrucción de lo que sucedió depende
también de lo que pueda aparecer a partir de la participación de la
gente.”–¿Quién era Juan José? –Nosotros vivíamos en Mendoza, estudiábamos en la UTN y en la Universidad de Cuyo. Yo fui detenida el 12 de junio de 1976 a la noche, junto con mis hijos. Mi marido no estaba. Estuve con mis hijos casi 40 horas; a ellos se los entregaron a mis padres y yo estuve luego cinco meses en el tristemente celebre D2. Me hicieron consejo de guerra con 24 años, que los cumplí en Devoto. Nosotros militábamos en el centro de estudiantes. Juan José era un tipo realmente que amaba la vida y a sus hijos (en ese momento tenían 1 y 2 años). Y bueno, nos rompieron la vida. De José, lo que supe, lo supe después, a partir de la Conadep. Logré encontrar alguna gente que algo sabía, porque antes nadie se sentía seguro para poder decir nada. A partir de ahí, lo único que supe es que esos dos años que pasó (desde el momento del secuestro de Alicia hasta que lo capturaron, en mayo de 1978) fueron una permanente persecución, una inseguridad absoluta. Fue detenido la semana antes del Mundial. Tengo como fecha de la desaparición forzada el 26 de mayo del ’78, pero en realidad la fecha exacta no la sabemos. O por lo menos yo no la sé. Yo estaba detenida. Tampoco sé si no fue visto después en ningún centro de detención ni en ningún lado. Sé que de la casa donde estaba lo sacan en muy mal estado.
–Ustedes vivían con Jorge Vargas, de Montoneros. ¿Por qué cree que buscaron a Juan José durante tanto tiempo? –En realidad, para 1976 con nosotros vivía Jorge Vargas, pero desde hacía una semana. También estaba su esposa y dos niñas. Cuando me secuestraron a mí, también se los llevaron a ella y a sus hijos. Vamos al D2. Jorge Vargas a esa altura ya estaba detenido... y no sé si muerto. Cuando dos años más tarde se llevaron a Juan José, hay que tener en cuenta dos cosas: el contexto del Mundial, con la creación del Grupo Especial y en ese contexto él era el “cabo suelto”, aquella pieza que les había quedado suelta después de los secuestros del ’76. En el contexto del Mundial, tenían que ir por todo lo que podía convertirse en la posibilidad de algo, de algún tipo de rearmado en el sentido de reconstrucción.
–La “gran caída” del ’78 es un eje del juicio: diez de las 27 víctimas cayeron en una semana mientras buscaban a Juan José. –Lo que sucedió en ese momento yo lo supe recién al salir de Devoto. Pero lo que quedó muy claro en el primer juicio que se hizo acá fue cómo se armó el GE78. Los propios imputados dijeron que la orden era evitar que algo sucediera en el Mundial, por lo tanto debían buscar cualquier punta suelta y eso es lo que hicieron. Yo a la gente que fue asesinada en esos días no la conocía. Pero parece que buscaron todas puntas posibles: los asesinaron la semana previa al Mundial. Los detuvieron y los hacen desaparecer.
–Cuando uno mira la lista, lee: “empleada”, lo refugió en 1976; “compañero de la universidad: su padre le dio trabajo en una cantera de San Juan”, en ese caso desaparecieron el hijo y el padre. Parece aquello de “a los amigos, los amigos de los amigos...”. –En realidad, estaban castigando y matando la solidaridad. A la primera mujer (de la lista de caídos) yo la conocí muy poco, pero sé que no tenía ninguna militancia. Y con el resto, sucedía lo mismo. Sé poco, pero sé que con algunos Juan José trabajó por ejemplo haciendo ladrillos. Dada la formación del GE78, fue una forma de ejemplificar tomando a cada uno como para que a nadie más se le ocurriera alzar la voz. Estoy convencida de que fue un intento de castigo a la solidaridad. Alguien me mostró una vez un documento que decía que los expedientes de Juan José y de estas diez personas habían sido retirados del departamento de los prontuarios unos días antes de la desaparición. Y luego fueron reintegrados.
–¿Quiere decir que los perseguían a todos? –Todos teníamos expedientes. Cuando me interrogaron me llamó la atención la cantidad de información que manejaban. Su sistema de inteligencia había funcionado sin que nosotros supiéramos que teníamos vigilancia aun de antes del ’76. Yo, por lo menos, de Juan José no sé nada. Del resto sé que los fueron a cazar a sus casas y los hicieron desaparecer. De mi marido, sé por familiares que lo vieron algunos minutos en la calle; que en esos dos años hizo dos o tres intentos de ver a los niños, pero son datos muy escasos y la mayoría de la gente que lo vio ya está fallecida. Cuando se hizo el juicio en San Rafael, la gente se sumó a testimoniar porque podía aportar datos, les pedimos que lo hicieran y fue importante. Son cosas que ahora vuelven a darte esperanza. Estamos intentando que suceda lo mismo.
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