once millones de visitas
La floggera con más rating
Le dicen Cumbio. Pero se llama Agustina Vivero. Tiene 17 años. Nike la contrató para una campaña de ropa. El fenómeno.
Candelaria Schamun
15.08.2008
Reina del Abasto. La adolescente para en las escaleras del shopping Abasto, donde coinciden floggers de toda la Argentina.
Agustina Vivero, Cumbio para todos, tiene 17 años y un fotolog. Pero no
cualquiera. Su página (www.fotolog.com/cumbio), en un año y medio,
registró 11 millones de visitas. Cada vez que sube una foto se produce
algo mágico: al instante, más de 300 chicos hacen un comentario. Las
marcas de esta época morirían por tener un canal de difusión tan
potente. Por algo fue la cara de una de las últimas campañas de Nike.
Va un ejemplo de lo que genera Agustina: mientras concede esta entrevista, dos chicas que pasean con su madre por el shopping Abasto –ese lugar que los floggers adoptaron como templo de su religión– ven a su ídola y sus caras enloquecen. La madre de las nenas interrumpe el reportaje y dice: “Cumbio, mis hijas quieren sacarse una foto con vos, pero no se animan a pedírtelo”. Cumbio se levanta de un salto y abraza a las nenas, como si fuera Gilda. La madre desenfunda la cámara digital y dispara una foto detrás de otra, fotos que seguramente serán posteadas con orgullo en algún flog.
Agustina tiene cara de nena, ojos inquietos y un piercing que le agujerea el labio inferior izquierdo. Cuando habla se entretiene jugando con el aro. Usa el pelo negro y unos mechones teñidos de pelirrojo. Lleva puesto los infaltables pantalones elastizados chupines. Unas botitas Nike blancas. Y un carisma que le brota por los poros. El celular le quema, suena como si fuera una estrella de Cris Morena.
“Estoy feliz. Cuando empecé con el flog no pensé que iba a llegar tan lejos. La gente me para por la calle para sacarse una foto o pedirme un autógrafo”, dice y no para de mover sus manos, hiperkinéticas, que tiemblan como una hoja.
–¿Porqué el fotolog se llama Cumbio?
–Iba a un colegio con orientación musical, especialmente rock y pop. Pero a mí siempre me gustó la cumbia. Una amiga deformó el nombre y me quedó Cumbio.
–¿Y qué música escucha?
–Damas Gratis, Amar Azul y El Polaco. Soy una flogger poco común. Uso chupines pero me gusta la cumbia. En el ambiente es raro porque los floggers escuchan música electrónica. Pero a mí no me cabe y no tengo problema en decirlo. Cuenta que un día unos cartoneros la reconocieron. “Pararon sus carros y me dijeron: ‘Vos sos la de la televisión y me abrazaron’. Eso fue regroso”, dice.
Los clubs de fans de Cumbio se multiplican. A su teléfono llegan más de 200 mensajes de texto por día. Le llueven regalos: osos de peluche, pulseras, cartas. “Estoy muy agradecida por el cariño de la gente. Sin ellos no podría haber logrado nada. Tengo club de fans en casi todas las provincias del interior como Chaco, Córdoba, Formosa”, dice la flogstar, que cobra 400 pesos por ir a un boliche y todavía se asombra porque hasta hace poco tenía que hacer cola como cualquier hija de vecino.
Pero también tiene enemigos. “Muchos pibes me odian, no se por qué. Publicaron mi celular en todos lados, hasta en un sitio porno. Me han llamados viejos pajeros en busca de sexo. Los sacaba volando”.
En los afiches de la campaña que hizo para Nike –Cumbio no quiere revelar cuánto cobro por prestar su imagen– aparece como una diva, con anteojos azules metalizados y unas tiras de acrílico que pasan por encima del vidrio. Como si Cumbio, finalmente una chica pop, viera el mundo con las gafas puestas, a través de una persiana americana.
–¿Qué le pasa cuando la paran para pedirle un autógrafo?
–No lo puedo creer. Antes de ayer fui al programa de Susana Giménez, fue algo increíble.
–¿Qué le gustaría hacer con toda esta fama?
–Usar este momento mediático y hacer una movida solidaria. Una fiesta para recaudar comida, juguetes para chicos humildes. Por ejemplo, que Coca Cola ponga la bebida, otra empresa la música y hacer una gran fiesta.
Va un ejemplo de lo que genera Agustina: mientras concede esta entrevista, dos chicas que pasean con su madre por el shopping Abasto –ese lugar que los floggers adoptaron como templo de su religión– ven a su ídola y sus caras enloquecen. La madre de las nenas interrumpe el reportaje y dice: “Cumbio, mis hijas quieren sacarse una foto con vos, pero no se animan a pedírtelo”. Cumbio se levanta de un salto y abraza a las nenas, como si fuera Gilda. La madre desenfunda la cámara digital y dispara una foto detrás de otra, fotos que seguramente serán posteadas con orgullo en algún flog.
Agustina tiene cara de nena, ojos inquietos y un piercing que le agujerea el labio inferior izquierdo. Cuando habla se entretiene jugando con el aro. Usa el pelo negro y unos mechones teñidos de pelirrojo. Lleva puesto los infaltables pantalones elastizados chupines. Unas botitas Nike blancas. Y un carisma que le brota por los poros. El celular le quema, suena como si fuera una estrella de Cris Morena.
“Estoy feliz. Cuando empecé con el flog no pensé que iba a llegar tan lejos. La gente me para por la calle para sacarse una foto o pedirme un autógrafo”, dice y no para de mover sus manos, hiperkinéticas, que tiemblan como una hoja.
–¿Porqué el fotolog se llama Cumbio?
–Iba a un colegio con orientación musical, especialmente rock y pop. Pero a mí siempre me gustó la cumbia. Una amiga deformó el nombre y me quedó Cumbio.
–¿Y qué música escucha?
–Damas Gratis, Amar Azul y El Polaco. Soy una flogger poco común. Uso chupines pero me gusta la cumbia. En el ambiente es raro porque los floggers escuchan música electrónica. Pero a mí no me cabe y no tengo problema en decirlo. Cuenta que un día unos cartoneros la reconocieron. “Pararon sus carros y me dijeron: ‘Vos sos la de la televisión y me abrazaron’. Eso fue regroso”, dice.
Los clubs de fans de Cumbio se multiplican. A su teléfono llegan más de 200 mensajes de texto por día. Le llueven regalos: osos de peluche, pulseras, cartas. “Estoy muy agradecida por el cariño de la gente. Sin ellos no podría haber logrado nada. Tengo club de fans en casi todas las provincias del interior como Chaco, Córdoba, Formosa”, dice la flogstar, que cobra 400 pesos por ir a un boliche y todavía se asombra porque hasta hace poco tenía que hacer cola como cualquier hija de vecino.
Pero también tiene enemigos. “Muchos pibes me odian, no se por qué. Publicaron mi celular en todos lados, hasta en un sitio porno. Me han llamados viejos pajeros en busca de sexo. Los sacaba volando”.
En los afiches de la campaña que hizo para Nike –Cumbio no quiere revelar cuánto cobro por prestar su imagen– aparece como una diva, con anteojos azules metalizados y unas tiras de acrílico que pasan por encima del vidrio. Como si Cumbio, finalmente una chica pop, viera el mundo con las gafas puestas, a través de una persiana americana.
–¿Qué le pasa cuando la paran para pedirle un autógrafo?
–No lo puedo creer. Antes de ayer fui al programa de Susana Giménez, fue algo increíble.
–¿Qué le gustaría hacer con toda esta fama?
–Usar este momento mediático y hacer una movida solidaria. Una fiesta para recaudar comida, juguetes para chicos humildes. Por ejemplo, que Coca Cola ponga la bebida, otra empresa la música y hacer una gran fiesta.
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