Espacio Abierto
Edición digital
Edición digital
Editorial
De cobardes, clandestinos
y voceros fascistas
y voceros fascistas
Una ola de violencia sacude al país, afirman los medios sensacionalistas que identifican a la Argentina con los grandes centros urbanos y trabajan para la construcción de una demanda social que ponga al gobierno (a éste o a cualquiera, aunque debe reconocérsele a éste una notable vocación) entre la espada del desborde y la pared de la represión.
Por supuesto que la culpa no es sólo del chancho y que el problema reconoce orígenes mucho más complejos. No es en absoluto ajena a esta cuestión la circunstancia de que los responsables de la desaparición de 30.000 de nuestros mejores compañeros están libres y construyen esta sociedad junto a nosotros. Caminan a nuestro lado.
Son nuestros vecinos, profesores de nuestros hijos, comisarios de las seccionales a cargo de nuestra seguridad, dueños de las agencias privadas que custodian los edificios en que trabajamos o a los que concurrimos, párrocos en la iglesia de nuestro barrio, funcionarios de nuestros gobernantes, punteros de los políticos de turno, intendentes, periodistas, custodios, servicios, ministros, empresarios.
Por otra parte, la caída libre del nivel de vida ha empeorado hasta límites intolerables la situación de los más pobres y arrojado a la indigencia a millones de compatriotas. Más de la mitad de la población del país es pobre. Muchos de ellos no tienen para comer, ni para resolver los problemas más elementales de sus hijos.
Estos sectores son acosados por la cotidiana demostración del poder omnímodo de la policía, que tiene la libertad de perseguir, detener, torturar y hasta asesinar a los jóvenes de los barrios más humildes e indefensos, respaldados por la inconstitucional facultad de detención en averiguación de antecedentes. Control social, le dicen.
Ni las víctimas de ayer ni las de hoy confían en la capacidad de los gobernantes de turno para resolver estos problemas, ni en ninguna de las estructuras del Estado que se han ganado un bien merecido desprestigio. El reclamo popular «que se vayan todos» nos lo muestra a las claras.
La tremenda violencia de este incendio, que se intenta apagar con un gotero provisto de misérrimos planes de empleo, es capaz de estallar en las manos de cualquier gobernante. El 26 de junio fue un punto de inflexión donde se pusieron a prueba todas las buenas intenciones y se desnudaron todas las oscuras maquinaciones del autoritarismo.
Si se concibe a la represión como único posible modo de respuesta, ganan terreno los Mijín y los Fanchiotti. Y si lo hacen es porque se los conserva dentro de las filas policiales, como a tantos otros acólitos de Ramón Camps. Hoy Fanchiotti no está, pero sí muchos otros. Y los autoritarios vestidos de azul (igual que los de saco y corbata) motorizan el reclamo de más y más facultades para la policía, más represión, más mano dura, más cárcel. No juega un rol menor en esta estrategia la seguidilla de amenazas y atentados a referentes de los derechos humanos y a militantes populares, que buscan reforzar la sensación de caos y desmovilizar a quienes enfrentamos al autoritarismo.
A los cobardes y clandestinos, como a sus voceros en los medios fascistas le contestamos: más Verdad y más Justicia
Mesa DirectivaPor supuesto que la culpa no es sólo del chancho y que el problema reconoce orígenes mucho más complejos. No es en absoluto ajena a esta cuestión la circunstancia de que los responsables de la desaparición de 30.000 de nuestros mejores compañeros están libres y construyen esta sociedad junto a nosotros. Caminan a nuestro lado.
Son nuestros vecinos, profesores de nuestros hijos, comisarios de las seccionales a cargo de nuestra seguridad, dueños de las agencias privadas que custodian los edificios en que trabajamos o a los que concurrimos, párrocos en la iglesia de nuestro barrio, funcionarios de nuestros gobernantes, punteros de los políticos de turno, intendentes, periodistas, custodios, servicios, ministros, empresarios.
Por otra parte, la caída libre del nivel de vida ha empeorado hasta límites intolerables la situación de los más pobres y arrojado a la indigencia a millones de compatriotas. Más de la mitad de la población del país es pobre. Muchos de ellos no tienen para comer, ni para resolver los problemas más elementales de sus hijos.
Estos sectores son acosados por la cotidiana demostración del poder omnímodo de la policía, que tiene la libertad de perseguir, detener, torturar y hasta asesinar a los jóvenes de los barrios más humildes e indefensos, respaldados por la inconstitucional facultad de detención en averiguación de antecedentes. Control social, le dicen.
Ni las víctimas de ayer ni las de hoy confían en la capacidad de los gobernantes de turno para resolver estos problemas, ni en ninguna de las estructuras del Estado que se han ganado un bien merecido desprestigio. El reclamo popular «que se vayan todos» nos lo muestra a las claras.
La tremenda violencia de este incendio, que se intenta apagar con un gotero provisto de misérrimos planes de empleo, es capaz de estallar en las manos de cualquier gobernante. El 26 de junio fue un punto de inflexión donde se pusieron a prueba todas las buenas intenciones y se desnudaron todas las oscuras maquinaciones del autoritarismo.
Si se concibe a la represión como único posible modo de respuesta, ganan terreno los Mijín y los Fanchiotti. Y si lo hacen es porque se los conserva dentro de las filas policiales, como a tantos otros acólitos de Ramón Camps. Hoy Fanchiotti no está, pero sí muchos otros. Y los autoritarios vestidos de azul (igual que los de saco y corbata) motorizan el reclamo de más y más facultades para la policía, más represión, más mano dura, más cárcel. No juega un rol menor en esta estrategia la seguidilla de amenazas y atentados a referentes de los derechos humanos y a militantes populares, que buscan reforzar la sensación de caos y desmovilizar a quienes enfrentamos al autoritarismo.
A los cobardes y clandestinos, como a sus voceros en los medios fascistas le contestamos: más Verdad y más Justicia
http://apdhlaplata.org.ar/espacio/n24/esp3.htm
No hay comentarios.:
Publicar un comentario