Jorge Rafael Videla volvió a presentarse como un
“preso político” y criticó al Gobierno por colgar un cuadro del Che
Guevara en la Casa Rosada.
Imagen: Rafael Yohai
EL DICTADOR JORGE RAFAEL VIDELA HIZO SU DESCARGO EN EL JUICIO POR LA APROPIACION DE NIñOS DURANTE LA ULTIMA DICTADURA
El represor volvió a su viejo libreto negador
“Todas las parturientas eran militantes activas de
la maquinaria del terror y muchas de ellas usaron a sus hijos
embrionarios como escudos”, dijo Videla al pronunciar sus “últimas
palabras”. También hablaron Eduardo Ruffo y Jorge Acosta.
Por Alejandra Dandan
Situado
en una guerra imaginaria que todavía no se acaba, el dictador Jorge
Rafael Videla negó todas las acusaciones por su responsabilidad en la
organización del plan sistemático de robo de bebés. Describió los robos
de niños durante la última dictadura como acciones “autónomas y
aisladas”. Y para hablar de las mujeres y niños víctimas de aquella
trama, en el único momento que decidió hacer una concesión, las instaló
en una lógica ciega de una “guerra” en las que ellas apelaron a sus
hijos como escudos humanos. “Lo que sí es cierto –dijo– es que todas las
parturientas, a quienes respeto como madres, eran militantes activas de
la maquinaria del terror a la que hice referencia y muchas de ellas
usaron a sus hijos embrionarios como escudos humanos al momento de
operar como combatientes.” Con esas palabras, de esa manera, el dictador
diluyó las expectativas que abrieron sus últimas declaraciones en
reportajes concesivos o incluso ante la Justicia. De aquellos
reconocimientos que hizo sobre el “enmascaramiento” de la práctica de
desaparición de personas o el contacto con empresarios o la Iglesia,
ayer no se oyó nada. Lo que sí se oyó fue el mensaje más repetido, en el
que se sitúa como preso político. Y las críticas al Gobierno, por poner
cuadros del Che Guevara en la Casa Rosada, y al Poder Judicial, que
podría “homologar” una “decisión política adoptada con sentido de
revancha por quienes después de ser militarmente derrotados se
encuentran hoy ocupando los más diversos cargos del Estado”. Donde sí
fue preciso el dictador fue en el mensaje destinado a las internas de
sus viejos camaradas de armas del Ejército, donde, aseguran los
expertos, está completamente deslegitimado: “Es mi deseo reivindicar al
Ejército argentino, institución señera de la república, de quien tuve el
honor de ser comandante respecto de este agravio que se le infiere de
forma tan intencional como gratuita”.
Videla declaró en las audiencias por el plan sistemático de robo de
niños. Detrás suyo lo hizo el ex agente de inteligencia Eduardo Ruffo y
el ex jefe de la escuela Mecánica de la Armada Jorge “El Tigre” Acosta,
con un estilo cada vez más místico. En la sala también estuvieron otros
cinco acusados del juicio, invitados en ese tramo a pronunciar “las
ultimas palabras”. La presidenta del Tribunal Oral Federal 6, María del
Carmen Roqueta, les había dicho que de esa manera se cerraría el debate y
el tribunal pasaría a deliberar.Ante unas pocas personas presentes, Videla pasó a declarar al estrado, traje, corbata bordó, la muñeca vendada, recién llegado desde su nuevo lugar de residencia en la cárcel común de Marcos Paz.
Luego de leer un párrafo de la revista Time, el análisis de la situación “revolucionaria” en el país y un párrafo del Che Guevara, dijo: “Me pregunto: ¿Conocerán este detalle (del Che Guevara) quienes con ignorante orgullo lucen las figuras de este nefasto personaje en tatuajes y remeras; o, lo que es peor, los que instalan su insultante rostro en un salón destacado de la Casa Rosada, o los que imponen su biografía edulcorada con dibujos infantiles para ser usada como texto obligatorio en la enseñanza primaria?”
En ese tono, se refirió al robo de niños. Sin ninguna ingenuidad buscó cobijo en el fallo del juicio a las Juntas de Comandantes que planteó la apropiación de menores como una cuestión no sistemática. No dijo, en cambio, que para ese juicio había sólo un caso de apropiación comprobado y no existían las pruebas que hay en este debate. Y dijo “en la indagatoria expuse que la existencia de un plan sistemático para la sustracción de niños era una falacia, porque simplemente no existió”.
Las palabras produjeron cierto escalofrío en la sala. La imagen de Videla retrasmitida por las pantallas, su voz, el traje, y un modo que reproducía el tono del “no están” de años atrás. “¿Por qué se dieron casos sólo en Capital Federal o en el Gran Buenos Aires?”, se preguntó filosófico como si la fiscalía de Martín Niklison y cada querella no hubiesen explicado suficientemente que hubo excepciones en otros lugares como Córdoba y Rosario, pero que, aun siendo así, eso no excluye el carácter sistemático. Al final hizo una formulación de principios. Dijo a “la señora presidenta” del Tribunal y a los “señores jueces” que “no son ustedes mis jueces naturales y los hechos que investigan constituyen cosa juzgada”. Además, “en mi carácter de preso político (...) asumiré bajo protesta la injusta condena como contribución al logro de la concordia nacional que he de ofrecer como un acto de servicio más que debo prestar a Dios nuestro señor y a la patria, con eso pretendo cumplir con mi conciencia; cumplan ustedes con la suya”.
A continuación, Ruffo tomó la palabra. No leyó. Condenado por la apropiación de Carla Rutila Artes y Alejandro, a quien él llama “mi hijo”, está acusado en esta causa por participar en el secuestro de Simón Riquelo, el hijo de Sara Méndez. Ruffo fue la persona que entregó una información para encontrarlo. Desde ese lugar se lamentó por el “error” cometido al aportar los datos con una expresión en la que al mismo tiempo aceptó, por primera vez a lo largo del juicio, que él entregó una información que los fiscales cuestionan, no por haberlo hecho, sino por haber esperado 26 años. “Ese es el error que me tiene hoy acá y por supuesto no me permitiría volver a cometer”, dijo. Y pronunció algo parecido a una advertencia: “Flaco favor le ha hecho el fiscal a familias que buscan, porque si alguien tenía la idea de aportar algún dato, después de su alegato, esa idea ha quedado totalmente descartada”.
El debate siguió. Reynaldo Bignone y Santiago Omar Riveros le dijeron a la jueza que no iban a hablar. Lo mismo hicieron luego Antonio Vañek, el obstetra Jorge Luis Magnecco y Juan Azic, apropiador de Victoria Donda, que les dijo a los jueces “hagan lo que corresponda”. Acosta, en cambio, se levantó de la silla y se acercó al atril vestido de jogging, un atuendo por el que le hizo algún comentario exculpatorio al tribunal. El jefe de la ESMA suele hablar largo en sus intervenciones. En el juicio sobre la ESMA lo hizo durante dos días con un modo parecido al de ayer: errático, de forma que parece que no va a decir nada, con referencias a profesías, dioses y alusiones sagradas, hasta que de pronto hay algo a lo que le hace lugar. “Es inexacto” hablar de un plan, era “una acción mala y jamás la podría haber realizado”, aseguró. “Los procedimientos no hablaban de partos ni apropiación de niños, no he participado de ningún plan sistemático durante la guerra civil de la que se me ordenó participar.” En esa lógica, y entre recuerdos del pasado entre los que mencionó a ex detenidos desaparecidos, a funcionarios actuales, exiliados y hasta a los fiscales, se detuvo a hablar del ex marino Jorge Vildoza, apropiador del hijo de Cecilia Viñas. “Vildoza era agnóstico y ateo”, dijo para cuestionar la certeza de que los represores creían que los niños debían ser criados en entornos y familias cristianas.
Aún quedan las últimas palabras de Rubén Franco y Susana Colombo, la apropiadora de Francisco Madariaga. El 13 de junio declaró en forma adelantada Víctor Gallo. La fiscalía había descripto como “criminal” y “manipuladora” la relación con Francisco Madariaga. El respondió: “Lo que particularmente no voy a permitir al señor fiscal ni a sus acólitos –soltó– es que tachen de cínica mi expresado sentimiento respecto a Francisco y respecto a su situación actual, quizá como comisión especial que conforman ustedes tengan un mandato de odio y rencor impuesto por vuestro comisario político”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-197305-2012-06-27.html
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