En el año 1994, decía Julia Kristeva, en su curso
"Sentido y sinsentido de la Revuelta": "Estamos hoy entre dos callejones
sin salida: fracaso de las ideologías de revuelta, por un lado;
precipitación de la cultura-mercancía, por el otro. De nuestra respuesta
depende la posibilidad misma de la cultura".
En tanto en la Argentina, en esos años, miles de
personas eran empujadas más allá de los bordes de la sociedad,
condenadas a la exclusión, a la marginalidad, consideradas
supernumerarias, el excedente descartable del mercado laboral. Eran los
desaparecidos sociales.Al tiempo que se aplicaban las medidas económicas que nos subían al tren del Primer Mundo, comenzaba a profundizarse el mecanismo que la psicóloga social Ana Quiroga llamó "desmentida de la percepción". Desde el aparato de propaganda del poder se declamaba: "No es que aumenta la desocupación, sino que hay más gente buscando trabajo", o sin pudor por la incoherencia: "Hay trabajo, salgan a buscarlo".
Nacían los movimientos de trabajadores desocupados y se destruían las familias ante los platos vacíos y la publicidad oficial mentirosa, desde donde se instalaba una relación de poder perversa que inducía al acatamiento de la exclusión, la sobreadaptación a la nueva situación y el silenciamiento de los conflictos. Como resultado, las mujeres exigían a sus maridos que buscaran trabajo y no fueran "vagos", como decían por la tele.
El objetivo de la desmentida que persigue el relato hegemónico es marginar y silenciar a quien percibe y denuncia lo que efectivamente está ocurriendo, descalificando a quien resiste con el estigma de la locura. Si la persona queda aislada, comenzará a dudar de lo que percibe con el sufrimiento psíquico que esa duda le genera. Muchos callan para evitar la estigmatización. De este modo, el poder pretende moldear la interpretación de lo percibido, ajustándolo a su relato. Entonces, "no hay inflación, sino que no sé buscar los mejores precios"; "hay salud, hay educación, soy yo que no encuentro los servicios que brindan la calidad anunciada". "No hay delito de vaciamiento en YPF, es que por fin recuperamos la soberanía nacional." Es decir, "soy responsable de mi incapacidad de discernir".
El resultado es el escepticismo de los ciudadanos respecto de las instituciones en general y de los partidos políticos en particular. Sumado a éste, la incertidumbre y la imposibilidad de generar proyectos de futuro. Si, además, colaboran los medios de comunicación al servicio de la desmentida de la percepción, se puede generar un daño psicológico masivo atentando contra la salud mental de los integrantes de la sociedad.
No siempre el régimen logra sus objetivos, muchos ejemplos a lo largo de la historia muestran que cada tanto aparece alguien, una persona, un grupo, que, en ejercicio pleno de su libertad, denuncia, como en el cuento de Andersen: "El rey está desnudo".
Un ejemplo de la resistencia y del quiebre del relato hegemónico de los 90 es el Movimiento de Trabajadores Desocupados, MTD-La Matanza, los fundadores de la Cooperativa La Juanita. Los desocupados que se pararon desde la dignidad. Fueron el grito que denunciaba que el hombre puede renunciar a todo, menos a su esencia. El hombre es esencialmente digno. Estaban sanos y se resistían a la enfermedad. Pichon-Riviêre define la enfermedad como adaptación pasiva a la realidad.
Los revoltosos
"Toty" Flores, fundador de La Juanita, y su pequeño grupo de "revoltosos" encarnaban, sin saberlo, el germen de la cultura-revuelta. Decía Julia Kristeva en su curso: "Cuando los excluidos no tienen cultura revuelta, cuando deben contentarse con ideologías retrógradas, shows y distracciones que distan mucho de satisfacer las demandas de placer, se hacen patoteros".
De allí la necesidad de una cultura-revuelta, en una sociedad que vive, progresa y no se estanca. Habrá sido por su carácter de revoltoso, que este grupo vivió, progresó y no se estancó. Tal vez por eso en 2001 comenzaron a llegar, en reconocimiento de su dignidad, los otros: empresarios, industriales, la gente del campo, académicos e intelectuales, que, hermanados en la condición humana, se sumaron al desafío de superar las diferencias y reconocerse semejantes. Eran los excluidos morales.
Esta unión en común, esta comunión, se gesta por fuera de las categorías de clase, de los ideologismos, contradiciendo el discurso del poder que apuesta, cada vez más, a la fragmentación social. En las personas aisladas, la desmentida de la percepción es más poderosa y puede llegar a fragilizar su capacidad de discernir entre la verdad y el relato.
Podemos, a partir de experiencias como ésta, soñar con el renacimiento de un humanismo nuevo, fundado en los más altos valores de la condición humana. Lo lograremos si somos capaces de resistir el relato hegemónico para garantizar la salud mental de nuestra sociedad.
Los autores son integrantes del Movimiento Humanista de Resistencia y Construcción 2012
http://mr2012argentina.blogspot.com.ar/2012/04/resistir-para-conservar-la-salud-mental.html
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