La Nación, 16 de abril de 2012 |
Se reencontró con su madre 33 años después de haber sido robada
Tras décadas de búsqueda, una mujer pampeana de 34 años logró reconstruir su identidad.
Por Pablo Morosi
LA PLATA.- Fue robada cuando tenía un año y medio, a fines de 1978. Durante años creyó que podía ser hija de desaparecidos e inició una búsqueda a través de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Gracias a un cotejo de ADN, dio con su madre y el martes pasado ambas se reencontraron en La Pampa.
El temor y la incertidumbre rodean la historia de Carla Cascallar, una mujer de 34 años que vive en Trenque Lauquen y que esta semana volvió a ver a su madre. Emma Larez, tras una separación de 33 años.
La historia comenzó en el caserío Arbol Solo, un inhóspito paraje perdido entre arenales y montes de jarillas y chañares, en el oeste pampeano, donde Emma concibió, con apenas 16 años, a su hija el 28 de diciembre de 1978. Madre sola, Ema bautizó a su hija como Marcela Jorgelina, según consta en el acta de nacimiento.
Apremiada económicamente Emma viajó a Santa Rosa a buscar trabajo para poder mantener a Jorgelina -que para entonces ya había cumplido un año- luego de ver un aviso en un diario que requería una empleada doméstica con hijo pequeño.
Consiguió el empleo en casa de una pareja sin hijos que pronto comenzaron a insinuarle que no podría criar a su hija y que lo mejor sería entregársela. Ante la negativa de la mujer, la pareja -cuya identidad se preserva por razones legales- urdió un plan: harían un viaje al Gran Buenos Aires y Emma -que no sabía leer- firmó un papel que, según le dijeron era una autorización para el viaje. Al llegar al destino Emma fue dejada en un departamento al que la pareja nunca regresó. Pasados unos días la mujer, sin noticias de sus patrones ni de su hija, decidió regresar a Santa Rosa. Cada vez que volvió a la casa donde trabajaba no encontró a nadie.
Los años pasaron y el rastro se perdió por completo. Emma tuvo miedo de denunciar, relató a LA NACION su hija. Y agregó: "ambas siempre supimos que la otra estaba en algún lado y que tarde o temprano la encontraríamos".
Carla siempre buscó a su madre
"Mis padres de crianza me adoptaron de buena fe. Nunca supieron que había sido robada y yo llego a través de un familiar materno", aclaró en díalogo con LA NACION al contar los felices años de infancia pasados en el seno de la familia Cascallar Cerruto, donde siempre la impulsaron a buscar su origen.
En 2005 cuando la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo lanzó una fuerte campaña en los medios de comunicación para instar a aquellos jóvenes que tuvieran dudas sobre su identidad a apelar a dicha asociación, Carla no lo dudo. Se presentó en la entidad y fue atendida en el área de Presentaciones espontáneas de donde, tras escuchar su historia, la remitieron a la Comisión Nacional para el Derecho a la Identidad (Conadi), donde se decidió realizarle una extracción de sangre para sumar al banco genético que funciona en el hospital Durand.
El tiempo no desalentó a las mujeres de esta historia. Emma tuvo otros dos hijos, Carolina y Cristian que, el año pasado la convencieron de denunciar el robo de la pequeña Jorgelina. Asistidos por la Secretaría de Derechos Humanos de La Pampa, denunciaron el hecho ocurrido tres décadas atrás ante la fiscalía federal con sede en Santa Rosa. A principios de año, la Justicia ordenó a Emma un examen de sangre para enviar sus datos al banco del Durand. Ahora buscan determinar los detalles de la sustracción de la menor y dar con los responsables.
El pasado 4 del corriente Carla, casada con Sebastián Artaza -quien también la apoyó en su búsqueda- recibió un llamado de la Conadi que le informó sobre un resultado de 99,9 por ciento de compatibilidad de sus datos con los de una mujer de La Pampa.
"Cuando la vi sentí una emoción tremenda y mucha paz. El parecido es increíble y ella, una mujer sufrida, pero muy fuerte, me confirmó que somos descendientes de indios ranqueles, lo que me llenó de orgullo", contó.
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